La pandemia no ha impedido que los fieles, en su mayoría portugueses, llenen el santuario portugués de Fátima, que hoy concluye su tradicional peregrinación anual de dos días con un aforo limitado a 7.500 personas en cumplimiento del protocolo de seguridad antivirus.
El aforo máximo se alcanzó anoche, cuando los peregrinos se congregaron en la gigantesca explanada del santuario para unirse a la conmemoración del aniversario de los hechos de Cova da Iria, donde, según la tradición católica, algunos niños dijeron haber visto una imagen de la Virgen.
En la ceremonia vespertina, el cardenal portugués, José Tolentino Mendonça, pidió que la pandemia “no se convierta en una crisis de esperanza”.
Para minimizar los riesgos de contagio, la entrada al recinto sólo es posible a través de ocho puertas señalizadas, con dispensadores de gel hidroalcohólico, y la explanada está dividida en círculos a los que sólo pueden acceder los miembros de un mismo núcleo familiar.
Fuentes del santuario han explicado hoy a Efe que, salvo un grupo de peregrinos procedentes de Austria, el resto de los fieles proceden de Portugal.
A pesar de que la frontera terrestre entre España y Portugal se abrió el pasado 1 de mayo, este año no hay una presencia masiva de fieles españoles, que eran una constante en Fátima antes de 2019.
Además, muchos peregrinos portugueses decidieron adelantar su visita a Fátima “por miedo al Covid-19“, como señala a Efe Baltazar François, que llegó el martes al santuario junto a un grupo de fieles de la región portuguesa de Sabugal, en la frontera con la española Salamanca.
El año pasado, el Covid-19 obligó a suspender las peregrinaciones que tradicionalmente reúnen a más de medio millón de devotos los días 12 y 13 de mayo.