El presidente Joe Biden propuso un presupuesto de 6 billones de dólares para “reinventar” la economía estadounidense y competir con China que, de ser aprobado por el Congreso, llevará al país a un endeudamiento récord.
“Debemos aprovechar el momento para reinventar y construir una nueva economía estadounidense que invierta en la promesa y el potencial de cada estadounidense”, dijo el presidente en un mensaje al Congreso.
La epidemia de cóvida-19 sumió a Estados Unidos en su peor crisis económica desde la década de 1930, y aunque la mayor economía del mundo está empezando a recuperarse, aún está lejos de los niveles anteriores a la pandemia.
“Estados Unidos no puede permitirse el lujo de volver simplemente a donde estaba antes de la pandemia y la recesión económica, con las debilidades estructurales y las desigualdades de la antigua economía todavía en vigor”, advirtió el presidente.
En Estados Unidos, el presupuesto anual propuesto por el presidente es más una lista de deseos o un mensaje sobre sus prioridades que otra cosa. Son los legisladores quienes deciden en última instancia la cantidad y el destino del dinero, y el actual Congreso tiene una mayoría demócrata muy estrecha.
Los republicanos de la oposición desconfían de dar protagonismo al gobierno central. E incluso algunos de los partidarios de Biden advierten de que la economía estadounidense, ya preparada para recuperarse de los efectos de la pandemia, corre el riesgo de entrar en una espiral inflacionista.
Sin embargo, el enorme plan señala la determinación de la Casa Blanca de poner cifras concretas a la campaña de Biden para replantear la relación entre el gobierno y el sector privado, en lo que define como una competencia existencial con China.
Según el plan de Biden, la espita federal liberaría unos 6 billones de dólares en 2022, con aumentos graduales hasta los 8,2 billones en 2031.
Todo este gasto podría aumentar la deuda, que ahora representa más del 100% del Producto Interior Bruto. Se espera que alcance el 111,8% del PIB en 2022 y el 117% en 2031.
El demócrata dejó claro el destino de los 6 billones: gran parte sería para un proyecto de ley de infraestructuras propuesto originalmente en 2,3 billones de dólares, pero que se ha reducido a 1,7 billones en las negociaciones con el Congreso.
Otros 1,8 billones de dólares se destinarían a aumentar la financiación estatal de la educación y los servicios sociales como parte de la creación de una mejor mano de obra del siglo XXI.
El objetivo general, argumentó Biden, es hacer crecer la clase media estadounidense, así como poner a Estados Unidos “en competencia” con sus rivales.
El proyecto de ley presupuestaria se dará a conocer justo antes del fin de semana largo del Día de los Caídos y con el Congreso en receso durante una semana.
Presentarla en este momento puede frenar su impulso en el Capitolio, donde muchos demócratas quieren que Biden utilice su control del Congreso para aprobar una legislación transformadora, pero los republicanos están jugando duro intentando bloquear la mayor parte de lo que propone el presidente.
Las prioridades de gasto son sólo un área de división entre los dos partidos.
Por ejemplo, los republicanos se oponen de forma prácticamente unánime a la amplia definición de infraestructuras de Biden, que incluye la energía verde y los programas sociales.
Hay incluso menos acuerdo sobre cómo pagar estos planes.
Biden quiere recaudar dinero poniendo fin a una rebaja del impuesto de sociedades que los republicanos aprobaron bajo su predecesor, Donald Trump.
El presidente también quiere perseguir agresivamente las lagunas fiscales que utilizan las grandes corporaciones ultramillonarias.
Los republicanos se resisten a ese mecanismo y dicen que sus propios planes de gasto en infraestructuras, más modestos, podrían pagarse reasignando el dinero no gastado ya presupuestado.
A pesar del enfrentamiento, y de la enorme magnitud del megapresupuesto de Biden, la Casa Blanca aún tiene un posible as en la manga.
Normalmente, Biden necesita al menos 10 republicanos para conseguir las mayorías necesarias en el Senado, ahora dividido a partes iguales entre los dos partidos, una tarea difícil en el mejor de los casos.
Sin embargo, si los demócratas mantienen la unanimidad, lo que tampoco está garantizado, podrían aprobar el presupuesto mediante un procedimiento de vía rápida conocido como reconciliación, que requiere menos votos.