FALMOUTH. Aunque el fin de la pandemia parece aún lejano, la cumbre del G7 que se celebra desde hoy en Cornualles, al sureste de Inglaterra, marca un momento de enorme simbolismo al reunir a los líderes mundiales por primera vez en persona desde el estallido del Covid.
Es la reunión de los líderes de las siete economías más desarrolladas después de dos años, y el paisaje se parece poco al de Biarritz, Francia, en 2019.
La pandemia se ha cobrado millones de víctimas en todo el mundo y sigue haciéndolo, la economía ha sufrido un golpe desconocido desde la Segunda Guerra Mundial y el presidente de la mayor superpotencia, Estados Unidos, ya no es Donald Trump.
El mundo ha acelerado su mutación, que ya era frenética antes de Covid, y el G7 pretende dar respuestas a un escenario internacional en el que este foro de democracias ricas (son el 10% de la población del planeta, pero el 45% de la riqueza total) está perdiendo relevancia.
Por ello, las soluciones que los líderes del Reino Unido, Alemania, Italia, Francia, Estados Unidos, Canadá y Japón (además de la Unión Europea) buscarán para resolver grandes problemas como la vacunación, el sistema fiscal mundial y el cambio climático son, además de todo, una lucha por preservar su capacidad de influencia.
Se esperan grandes anuncios, además del del Presidente de Estados Unidos, Joe Biden, que se comprometió ayer a comprar 500 millones de dosis de vacunas para donarlas este año y el siguiente a los países más pobres.
Por su parte, los líderes del G7 se comprometerán en la cumbre a proporcionar mil millones de dosis a los países pobres.
El objetivo es “acabar con la pandemia” antes de 2022, dijo Downing Street.
Paralelamente al despliegue de la vacunación, tendrá que discurrir la recuperación económica, otro de los asuntos que tendrá que tratar la primera ministra británica.
La Unión Europea impulsará el sistema fiscal global acordado por los ministros de finanzas de las principales economías del mundo. El objetivo del G7 será que las multinacionales paguen impuestos donde obtienen sus beneficios y no donde tienen su sede física.
El gran protagonista de la reunión es, sin duda, el presidente estadounidense Joe Biden, que en su primer viaje al extranjero como presidente proclamó a su llegada que “Estados Unidos ha vuelto” a la escena internacional tras Donald Trump.
El mandatario estadounidense, que mantuvo su primer encuentro con el anfitrión Boris Johnson, considera que el mundo se encuentra en un “punto de inflexión” histórico y quiere asegurarse el apoyo inquebrantable de las democracias ricas frente a Pekín y Moscú, más aún teniendo en cuenta su próximo cara a cara con el ruso Vladímir Putin a finales de mes.
El punto álgido de la reunión fue la firma de una nueva Carta Atlántica adaptada a los retos de este siglo, que sustituye a la firmada en 1941, en plena Segunda Guerra Mundial, por Franklin D. Roosevelt y Winston Churchill.
Entre sus puntos figura la defensa de los valores, principios e instituciones de las democracias a través de la transparencia, el Estado de Derecho y el apoyo a la sociedad civil y a los medios de comunicación independientes.
Sin embargo, la reunión tuvo su dosis de controversia después de que The Times revelara que Biden pidió a sus funcionarios que reprendieran diplomáticamente al primer ministro británico por poner en peligro el proceso de paz de Irlanda del Norte como consecuencia del Brexit, aunque Johnson dijo tras la reunión con Biden que ambos están “en sintonía” sobre el tema.