El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, acudirá a la cumbre de Ginebra con la intención de tratar con mano firme a su homólogo ruso, Vladimir Putin, pero también de avanzar en un cúmulo de desacuerdos bilaterales, dos propósitos difíciles de combinar.
El encuentro del miércoles entre Biden y Putin es el mayor reto diplomático del presidente estadounidense desde que llegó al poder en enero: tendrá que plantar cara a un rival al que acusa de un sinfín de males mientras intenta contener la escalada con la mayor potencia nuclear.
“No buscamos un conflicto; lo que buscamos son formas de resolver las acciones (de Rusia) que creemos que no se ajustan a las normas internacionales”, dijo Biden en una rueda de prensa el domingo en Cornualles (Reino Unido).
El presidente ha combinado ese mensaje ligeramente conciliador con otro mucho más desafiante: una amenaza de nuevas represalias si Rusia no cambia su comportamiento.
CONFLICTOS CONGELADOS
La cumbre llega tres meses después de que Biden calificara a Putin de “asesino”, y diez años después de un encuentro entre ambos en el que el estadounidense, entonces vicepresidente, le dijo al ruso que “no tenía alma”.
Tales roces verbales auguran una cumbre mucho más fría que la que Putin mantuvo en 2018 con el expresidente estadounidense Donald Trump, pero el verdadero origen del conflicto no estará en la forma, sino en el fondo; en el fondo de las decenas de problemas enquistados entre ambos países.
“Hay muchísimos desacuerdos sobre cómo temas como el ciberespacio, el espacio, la defensa antimisiles y las nuevas tecnologías armamentísticas pueden afectar a la estabilidad estratégica”, explica a Efe un experto en Rusia del think tank Wilson Center, Matthew Rojansky.
Y las cosas se ponen aún más tensas si se tocan los temas de “Ucrania, Bielorrusia o el tratamiento de la oposición y los medios independientes dentro de Rusia“, donde, recordó Rojansky, hay “básicamente cero consenso”.
En cuanto a Ucrania, según la Casa Blanca, Biden exigirá a Putin que respete la soberanía y la integridad territorial de ese país, especialmente en el Donbás, escenario de un conflicto desde 2014 y donde se han concentrado un gran número de tropas rusas en los últimos meses.
Otro tema sensible será el comportamiento del régimen del presidente bielorruso Alexander Lukashenko, aliado de Moscú, que en mayo obligó a un avión a realizar un aterrizaje forzoso en el aeropuerto de Minsk para detener al periodista Roman Protasevich.
Es de esperar que Putin se cierre en banda si Biden le reprocha la situación de la oposición y la prensa independiente en Rusia, en particular el caso del líder opositor encarcelado Alexei Navalni, cuyo movimiento político acaba de ser ilegalizado por la justicia rusa.
LOS CIBERATAQUES, UNA PRIORIDAD CLAVE
Una de las principales prioridades de Biden es contener los ciberataques de los que acusa a Moscú, y en este caso, la herida está fresca: en mayo, Estados Unidos sufrió dos perpetrados con “ransomware”, que bloquea los sistemas informáticos hasta que los afectados pagan un rescate a los piratas.
A esos ciberataques contra Colonial Pipeline, la mayor red de oleoductos de EE UU, y contra JBS, el segundo mayor procesador de carne del país; se suma otra ofensiva que supuestamente comenzó en 2019 y que penetró en los sistemas del Gobierno estadounidense y de grandes empresas a través de un programa de la empresa SolarWinds.
Putin planteó este fin de semana la posibilidad de un intercambio de cibercrimen con Estados Unidos, y Biden pareció acoger la idea durante su conferencia de prensa del domingo en Cornualles, Reino Unido.
Sin embargo, el asesor de seguridad nacional de Biden, Jake Sullivan, aclaró poco después que, si Putin propone algo así, lo único que hará el líder estadounidense es aclararle que en su país se hace “justicia” cuando se descubre que alguien ha cometido un ciberdelito.
POSIBLES DESARROLLOS
El conflicto en Siria y el interés común por los recursos del Ártico completarán una agenda repleta de puntos calientes, con poco margen para el consenso: lo más parecido a una rama de olivo que Biden ha tendido a Putin es su reciente decisión de eximir de sanciones a la empresa Nord Stream 2, encargada del gasoducto que llevará el gas ruso a Alemania.
Los observadores más optimistas esperan que la reunión se cierre con una definición algo más clara del futuro del desarme nuclear, tras el acuerdo mutuo para renovar el nuevo tratado START.
Lo que sí es probable que salga de la cumbre es algún acuerdo sobre la situación diplomática, después de que Rusia prohibiera en abril la contratación local de ciudadanos rusos y de terceros países en la embajada de Estados Unidos en Moscú, que se vio obligada a reducir su plantilla en un 75%.
“Tienen que negociar al menos un restablecimiento mínimo de los lazos diplomáticos” para que cada país pueda