Celaya, Guanajuato – Los migrantes la conocen como La Bestia o el “tren de la muerte”, un ferrocarril que recorre México de sur a norte hasta llegar a Estados Unidos cargado de mercancías. Subirse a sus vagones representa un billete gratuito a las puertas del “sueño americano”, pero el viaje está lleno de peligros, ya que tienen que cruzar túneles, puentes, selvas y vastas regiones controladas por el crimen organizado.
Cualquier descuido puede costarles la vida. Giselle Ereli Sauceda Chávez estuvo a punto de morir hace siete meses cuando una garra de La Bestia le arrancó las dos piernas. Es hondureña, tiene 20 años y viajó sola desde su país para reunirse con su madre, quien también emigró de Honduras hace poco más de dos años y había logrado establecerse en Saltillo, Coahuila.
“Salí el 2 de noviembre del año pasado de Honduras porque quería venir a ver a mi mamá. Caminé hasta México, caminé hasta llegar al tren, abordé el primer tren el 16 de noviembre, ahí me subí bien y me bajé bien.
“Dos días después tuve que tomar otro tren en Agua Blanca, Veracruz, y ahí fue donde tuve el accidente. Me resbalé de La Bestia y perdí las dos piernas. Al principio pensé que sólo había perdido una porque sentía la otra, pero cuando me sacaron de las vías un muchacho me dijo que me había cortado las dos piernas”, contó Giselle a El Sol de México.
“Nunca pensé que me pudiera pasar esto, si lo hubiera sabido no hubiera venido, pero quise venir a ayudar a mi madre. Sabía que sería difícil, pero nunca imaginé que lo sería tanto. Hubo días en los que no comimos nada, los albergues estaban cerrados por la pandemia y el huracán, tuvimos que beber agua de todas partes, tuvimos que caminar por las carreteras durante días, vi de todo, gente buena, pero también gente muy mala”, añade Giselle, que a pesar de la tragedia es optimista y espera volver a caminar para cumplir su sueño de estudiar enfermería.
“No tengo otra opción, quiero estudiar, desde niña he querido ser enfermera y espero poder cumplirlo, lograrlo, de verdad, porque lo peor es que te sientes como una carga”, dice entre lágrimas junto a su madre, desde una cama en Casa Abba, el albergue de Celaya, Guanajuato, que se ha convertido en un hogar para los migrantes mutilados por el tren, a unas calles de las vías por donde pasa La Bestia.
La pesadilla de Giselle es compartida por cada uno de los cinco jóvenes que, como ella, esperan en el albergue para volver a caminar con la ayuda de organizaciones como el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), que ha atendido a más de 400 migrantes en México, Honduras, El Salvador y Guatemala mutilados por La Bestia en los últimos ocho años.
En nuestro país, cada año se atienden entre 20 y 25 nuevos casos de accidentes en los que los migrantes quedan mutilados por el tren, entre ellos mujeres y niños, según Oscar Bermúdez, responsable del Programa de Rehabilitación Física del CICR para México y Centroamérica.
En lo que va de 2021 ya son 15 los migrantes que, tras ser mutilados por La Bestia, han sido atendidos en nuestro país por el organismo internacional, aunque la cifra, según estimaciones de grupos como la Coalición por los Derechos de las Personas con Discapacidad de México, puede aumentar hasta 10 veces en los cinco mil kilómetros que recorre el tren de sur a norte.
Lo cierto es que no existen registros oficiales que indiquen el número exacto de personas con discapacidad en el contexto de la migración.
En el sur del país, en Tapachula, Chiapas, la señora Olga Sánchez Martínez encabeza el albergue Jesús el Buen Pastor de los Pobres y el Migrante para la recuperación de quienes han sido mutilados por el tren.
En entrevista telefónica, asegura que cada año se atienden entre 30 y 50 víctimas del tren. Las restricciones impuestas por el gobierno federal para impedir el paso no desaniman a los indocumentados que intentan domar a La Bestia. “Son muchos, cada vez más diría yo, a veces tenemos hasta 10 o 12 mutilados al mismo tiempo, pero apenas se recuperan y se van, algunos regresan a su país, pero otros siguen casi sin sentirse bien, sobre todo los que pierden una mano, para los que se quedan sin piernas es un poco más complicado porque ya no pueden subirse al tren tan fácilmente, aun así se van en camión o paseos”, dice.
De acuerdo con un estudio realizado por COAMEX, en la ruta migratoria México-Estados Unidos existen numerosos riesgos que pueden llevar a la adquisición de una discapacidad. Además de caerse del tren, los migrantes también pueden sufrir mutilaciones en accidentes provocados por el hacinamiento o la inseguridad del transporte, así como por trabajar en condiciones peligrosas, principalmente en el sector de la construcción.
José Antonio Herrera, voluntario de la Cruz Roja Mexicana y responsable del programa Restitución del Vínculo Familiar (RCF) en Guanajuato, asegura que la mayoría de los accidentes en las vías se producen cuando los migrantes se resbalan y caen del tren.