Pocos días después de que los talibanes tomaran el poder, las niñas vestidas con túnicas negras y hijabs (velos) blancos se agolpaban en las aulas de la ciudad afgana de Herat para continuar sus clases.
Cuando la escuela abrió sus puertas, los estudiantes se apresuraron por los pasillos y charlaron en los patios, aparentemente ajenos a los disturbios que se han apoderado del país en las últimas dos semanas.
“Queremos progresar como otros países. Y esperamos que los talibanes mantengan la seguridad. No queremos la guerra, queremos la paz en nuestro país”, dijo Roqia, una de las estudiantes.
Situada a 150 kilómetros al oeste de la frontera iraní, Herat siempre ha sido una ciudad bastante cosmopolita en comparación con otras regiones más conservadoras de Afganistán.
En esta ciudad, conocida por su poesía y su arte, las mujeres y las niñas caminan por las calles con más libertad que en otros lugares y asisten a las escuelas y universidades en gran número.
Sin embargo, su futuro a largo plazo sigue siendo incierto, ya que a las mujeres se les ha negado la educación y el empleo bajo la versión radical de la sharia introducida por los talibanes durante su gobierno en Afganistán de 1996 a 2001.
Además, tenían que llevar el burka, un velo que cubre todo el cuerpo con una rejilla de tela a la altura de los ojos, y no podían salir sin escolta masculina. Las acusadas de adulterio eran azotadas y apedreadas públicamente hasta la muerte en plazas y estadios.
En una entrevista con Sky News desde Doha, Suhail Shaheen, otro portavoz talibán, aseguró que las niñas “pueden ser educadas desde la escuela primaria hasta la universidad”, dijo.
Miles de escuelas en las zonas controladas por los talibanes siguen abiertas, dijo.
En Herat, la directora Basira Basiratkha expresó un cauto optimismo, diciendo que estaba “agradecida a Dios” por haber podido reabrir la escuela tan rápidamente.
“Nuestras queridas alumnas acuden a las clases en gran número y llevan el hiyab islámico. Los exámenes continúan“, añadió.
|| Con información de EFE