Este miércoles, Malala Yousafzai, Premio Nobel de la Paz, publicó en The New York Times un contundente escrito sobre los riesgos que corre Afganistán con la vuelta al poder de los talibanes, especialmente en el caso de las mujeres y las niñas en cuanto a sus derechos, en toda la extensión de la palabra.
Con la vuelta de los talibanes al poder, los ojos del mundo vuelven a estar puestos en el territorio de Afganistán y en las consecuencias que el país puede sufrir bajo el dominio de este grupo radical. Una de las voces que más se ha alzado en este sentido es la de Malala Yousafzai, premio Nobel de la Paz, después de que un miembro de los talibanes le disparara en Pakistán como represalia por haber denunciado su derecho a estudiar.
“Millones de mujeres y niñas afganas recibieron educación en las últimas dos décadas. Ahora, el futuro que se les prometió está peligrosamente cerca de desaparecer”, comienza la publicación de Yousafzai.
Durante el periodo comprendido entre 1996 y 2001, cuando los talibanes gobernaban Afganistán, las niñas y las mujeres tenían prohibido asistir a la escuela, así como trabajar fuera de casa; incluso salir a la calle sin un miembro masculino de la familia cerca podía acarrear un castigo.
Las condiciones cambiaron cuando una alianza de la OTAN liderada por Estados Unidos ocupó el territorio afgano y derrocó al gobierno talibán en represalia por haber escondido a Osama bin Laden, a quien los estadounidenses consideraban responsable de los atentados del 11-S.
Debido a la ocupación occidental del país, los miembros talibanes que no fueron detenidos se refugiaron en países cercanos, como Pakistán, donde supuestamente se creó el movimiento en la década de 1990.
“Es inevitable pensar en mi infancia. Cuando los talibanes tomaron mi ciudad natal en el valle de Swat, en Pakistán, en 2007, y poco después prohibieron que las niñas recibieran educación, escondí mis libros bajo mi largo y grueso chaul y fui a la escuela con miedo. Cinco años después, cuando tenía 15 años, los talibanes intentaron matarme por alzar la voz sobre mi derecho a ir a la escuela”, escribió Malala Yousafzai en las páginas del NYT, en alusión al ataque que la convirtió en la voz de miles de mujeres que reclaman sus derechos.
También recogió los testimonios de activistas de la educación en Afganistán, que ya han empezado a recibir las primeras denuncias de mujeres que no son aceptadas en sus universidades.
Por otro lado, el impacto del cambio de régimen puede verse en los servicios básicos. Algunos de los que se dedican a la educación han tenido que montar campamentos a causa de los desplazamientos internos. En el mismo sentido, señalan que están al borde de una crisis humanitaria por la falta de alimentos y agua potable.
Otra activista señaló que el nuevo régimen debe ser más claro, ya que no basta con decir que “las niñas pueden ir a la escuela”. Dijo que se necesitan acuerdos específicos para garantizar que las niñas puedan terminar su educación e incorporarse al mundo laboral.
Según la Premio Nobel, todos los activistas con los que ha tenido contacto temen que se vuelva a una educación puramente religiosa, lo que privaría a niñas y niños de las herramientas para construir su futuro, y tendría consecuencias catastróficas para el país, que se quedaría sin personal cualificado.
Por su parte, Malala Yousfzai hizo un llamamiento a los países cercanos para que abran sus fronteras a las niñas y mujeres que buscan escapar del país, y a la comunidad internacional para que escuche todas sus voces.
“Piden protección, educación y la libertad y el futuro que se les prometió. No podemos volver a fallarles. No tenemos tiempo que perder”, sentenció.