La idea más extendida en todo el mundo es que los talibanes, así como otros grupos -el Estado Islámico y Al Qaeda, por nombrar algunos- son principalmente islamistas. Sin embargo, la diferencia entre islamistas y musulmanes no siempre está clara. Sí, son términos que se refieren a diferentes tipos de ideologías, y es necesario que quede claro.
Tras la caída de Afganistán en manos de los talibanes, los medios de comunicación de todo el mundo se han volcado en la cobertura de las decisiones tomadas por este grupo históricamente violento, que ha estado vinculado a atentados en todo el mundo. Sin embargo, cada vez que una de estas organizaciones se somete al escrutinio público, se suele expresar un discurso de odio contra los practicantes del Islam, simplemente porque comparten una religión común.
Normalmente, el término islamista se asocia a los practicantes del Islam, una religión monoteísta -como el cristianismo o el catolicismo-, pero esto no es del todo exacto. Aunque los islamistas siguen esta creencia, hay una diferencia bastante considerable entre los islamistas y los musulmanes (seguidores del Islam, como los cristianos o los católicos con sus respectivas religiones).
La diferencia radica en la forma en que practican su religión. En su definición más concreta, el islamismo se refiere a las creencias y preceptos del islam; sin embargo, el uso más común se refiere al fundamentalismo islámico, también denominado islamismo radical.
Este tipo de ideología se ha asociado a diferentes grupos, que aceptan la implementación de una “guerra santa” y el uso de prácticas radicales, como el terrorismo.
Por lo tanto, la concepción más correcta del islamismo es la de una ideología política, nacida entre un grupo de creyentes del Islam. Ahora bien, los talibanes son sólo una cara de esta tendencia.
Desde la aparición de estos grupos, muchas organizaciones y medios de comunicación de los países musulmanes han lanzado campañas para expresar su oposición a los actos terroristas realizados en nombre del Islam. Con ello pretenden contrarrestar los efectos negativos de sus acciones en la percepción que la sociedad (principalmente en los países occidentales) tiene de los practicantes del Islam.