El Museo Nacional de Historia Americana del Smithsonian, que alberga el depósito oficial del 11-S en EEUU, conmemora a partir de esta semana el vigésimo aniversario de los atentados destacando el “activismo” de la comunidad latina y sus aportaciones al conjunto del país, explicaron a Efe expertos.
Es el resultado de la iniciativa de la colección “New York City Latino 9-11“, dirigida por el comisario de las colecciones del 11-S, Cedric Yeh, quien destacó que una de las responsabilidades de este museo ubicado en Washington DC, “es proporcionar una mejor comprensión del pasado y poder dar a las generaciones futuras una idea de lo que sucedió ese día y las consecuencias”.
Este proyecto centrado en los latinos comenzó en 2018, ha conseguido financiación del Centro Latino del museo y ha cobrado impulso en los últimos tres años gracias a Dulcina Abreu, una asistente curatorial de origen dominicano que ha mediado con la comunidad latina de la Gran Manzana para ampliar su presencia en el relato de los hechos.
“El activismo (latino) ha beneficiado a Estados Unidos en su conjunto”, señala Abreu, con logros como la ampliación de la cobertura del fondo de compensación a las víctimas del 11-S para los próximos 70 años gracias, en gran parte, a la lucha del policía Luis Álvarez, cuyo nombre aparece en la legislación como homenaje junto a los de otros activistas.
Álvarez, ex detective de la policía de Nueva York, murió a los 53 años en 2019 por un cáncer relacionado con los restos tóxicos tras el derrumbe de las Torres Gemelas, después de años reclamando que quienes, como él, trabajaban en las tareas de recuperación de la Zona Cero recibieran ayudas.
En 2001, el 27% de la población de la Gran Manzana era hispana, por lo que sus experiencias están entretejidas en el tejido de la historia: Los latinos representaban alrededor del 10% de los desaparecidos y muertos en los atentados, un “gran porcentaje” de ellos trabajó en la limpieza del lugar, y muchos otros ofrecieron su tiempo y recursos.
“Después del 11-S había mucha desinformación (entre los latinos) y muchos de ellos no hablaban inglés: tienen un trauma relacionado con el idioma, además del momento histórico”, señala la experta, que ha trabajado con ellos y subraya que si eran o son indocumentados, también sufrieron en relación con su estatus migratorio.
Con una técnica de mapeo participativo interno para recoger testimonios, Abreu ha observado incluso cómo “la ciudad fue cambiando por los servicios prestados tras los atentados”, relatando por ejemplo que en Washington Heights todos los dominicanos que buscaban ayuda tras los atentados acababan porque sólo hablaban español.
“Ese fue un epicentro de ayuda para la comunidad fuera de la ‘Zona Cero‘”, añadió sobre este barrio del Alto Manhattan.
La experta destaca que el museo busca incidir en el esfuerzo colectivo de los hispanos para salir adelante tras el trauma del 11-S, tal y como se refleja en un panel virtual que tendrá lugar el 10 de septiembre, titulado “Latinx Empowerment in the Aftermathes of the Attacks“, que alimentará la investigación del proyecto.
Los invitados compartirán sus experiencias “navegando por la compleja política de inmigración, el empeoramiento de los efectos sobre la salud y los problemas socioeconómicos mientras actúan como personal de emergencia, voluntarios, organizadores y cuidadores”, en colaboración con entidades como el Consulado General de México en Nueva York.
También destacará cómo la comunidad artística ha vivido “las secuelas” de los atentados con otro acto en colaboración con El Museo del Barrio de Nueva York y el Museo de Chinos en América el 9 de septiembre, todo ello dentro de una serie llamada “Historias no contadas, voces no escuchadas/Hidden stories, hidden voices”.
El proyecto también ha impulsado la recopilación de objetos relacionados con los latinos en Nueva York y más allá de las fronteras de Estados Unidos, incluido México, aunque por el momento no están a la vista, ya que el museo está operando con limitaciones y está exponiendo su colección general del 11 de septiembre debido a la pandemia.
Entre las nuevas incorporaciones están el collar que llevó en una vigilia Milagros Batista, que lanzó el programa de ayuda “Corazón a Corazón” para las familias afectadas; o el jersey de una trabajadora médica del Cuerpo de Bomberos, Ivonne Coppola Sánchez, que llevaba mientras ayudaba a montar una morgue improvisada.
Otro elemento clave del aniversario es una herramienta de narración llamada “9/11: Crónicas de un mundo cambiado“, que pretende convertirse en un “cuaderno digital” abierto a todo el país para recoger historias personales sobre el 11-S y cómo ese día cambió sus vidas, y que puede escribirse en español.