WASHINGTON: En el 20º aniversario del 11-S, Estados Unidos ha puesto fin a la era de las grandes intervenciones militares en otros países, con el fin de la guerra de Afganistán, para entrar en la era de la “disuasión integrada” contra sus principales competidores, China y Rusia.
El propio presidente estadounidense, Joe Biden, lo dijo nada más concluir la retirada de Afganistán: se acabó la reconstrucción de otras naciones; Estados Unidos no quiere enviar grandes contingentes militares a otros países para luchar contra el terrorismo o proteger la democracia, porque no le interesa hacer otra cosa.
Aun así, la retirada de Estados Unidos de Afganistán ha sido tan desastrosa que está por ver si afectará a los planes de Washington. La profesora de la Universidad de Syracuse Kristen Patel, experta en programas de inteligencia y análisis, cree que es demasiado pronto para saberlo.
Los talibanes han vuelto al poder en Afganistán 20 años después de la invasión estadounidense, e incluso se apoderaron de Kabul cuando los estadounidenses ni siquiera habían completado su retirada.
ERROR DE CÁLCULO
Para Patel, hay varias razones que explican el error de cálculo de Washington: “Parece que la Administración subestimó la estrategia de los talibanes, sobreestimó en gran medida la capacidad de las fuerzas de seguridad afganas y descontó la importancia de la corrupción generalizada en el gobierno afgano y su ejército”.
A ello se sumó la determinación de la Administración Biden y de los mandos estadounidenses de mantener el plazo de salida de Afganistán del 31 de agosto, “sin tener en cuenta la importancia de las nuevas informaciones de diplomáticos y militares sobre el terreno que habrían afectado a esa decisión”, recuerda el experto.
A pesar del truculento cierre de la guerra más larga en la que ha participado EEUU, la administración Biden está decidida a afrontar los retos actuales con una receta diferente a la de hace 20 años.
Sus retos prioritarios, según la Evaluación Anual de Amenazas 2021 de la inteligencia estadounidense, son China, Rusia, Irán, Corea del Norte, la pandemia, la crisis climática, los ciberataques y el terrorismo global, contra los que los militares proponen adoptar la estrategia de “disuasión integrada”.
El concepto fue utilizado por primera vez por el Secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, en su primer gran discurso político a finales de abril en un escenario simbólico, la base de Pearl Harbor en Hawai, sede del Mando Indo-Pacífico.
Austin explicó que la estrategia implica emplear “las capacidades existentes y construir otras nuevas, y utilizarlas todas de forma interconectada, de la mano de aliados y socios”.
El gobierno quiere utilizar todas las herramientas militares, económicas y diplomáticas para disuadir a adversarios como China de buscar una agresión, dice Bryan Clark, director del Centro de Conceptos y Tecnología de Defensa del Instituto Hudson.
A fin de cuentas, no deja de ser una adaptación a los tiempos, dado que es poco probable que Pekín o Moscú lancen una invasión o un ataque militar a gran escala, y se espera que se centren más en lo que los expertos llaman “agresiones de zona gris”.
Estas consisten en ataques limitados o agresiones no militares, como la piratería informática, la desinformación o las prácticas comerciales subversivas, que se desarrollan en una zona gris donde no hay guerra, pero tampoco paz.
“LA ZONA GRIS”
En un artículo del pasado mes de mayo, el director de Investigación de Política Exterior del think tank Brookings, Michael E. O’Hanlon, ponía el ejemplo de un caso hipotético en el que Rusia o China se hicieran con el control de una isla disputada en el Mar Báltico o en el Pacífico Occidental.
En una situación así, una respuesta a gran escala por parte de Estados Unidos y sus aliados podría ser desproporcionada, advirtió O’Hanlon, pero no actuar tampoco sería coherente con los compromisos y obligaciones de Washington.
Aquí, entonces, entraría en juego la disuasión integrada, con la que EEUU podría utilizar componentes militares con la reubicación de sus fuerzas durante y después de la crisis, el envío de refuerzos para su defensa y quizás algún ataque contra el enemigo, pero posiblemente en un lugar distinto al de la agresión.
Y también instrumentos económicos, como la imposición de sanciones o restricciones contra un determinado sector.
Como decía Austin en un artículo de opinión publicado en The Washington Post en mayo “Cualquier adversario que piense en presionar para obtener ventajas en un ámbito debe saber que responderemos no sólo en ese ámbito, sino también en muchos otros”.
“El poder de disuasión”, añadió, “reside en nuestra capacidad de responder a la agresión en el momento y de la forma que elijamos”.
INTELIGENCIA ARTIFICIAL
Según Clark, la tendencia en las operaciones militares es más hacia “ganar ventaja en la toma de decisiones que (hacia) simplemente tratar de destruir al enemigo”.