SANTIAGO, CHILE. Con amenazas xenófobas y quema de pertenencias precarias de migrantes venezolanos indocumentados terminó una marcha de unas tres mil personas en la ciudad de Iquique, al norte de Chile, un día después del desalojo de una plaza llena de familias con niños a la deriva en Sudamérica.
“Inadmisible humillación contra migrantes especialmente vulnerables, afectándolos de la manera más personal”, escribió en Twitter Felipe González, relator de la Relatoría Especial de las Naciones Unidas sobre los derechos humanos de los migrantes.
“El discurso xenófobo, asimilando la migración a la delincuencia, que lamentablemente se ha hecho cada vez más frecuente en Chile, alimenta este tipo de barbarie”, agregó González.
En un clima de abierto rechazo al inmigrante venezolano, los manifestantes izaron banderas chilenas, así como la Whiphala, un colorido pabellón de pueblos originarios andinos, para expresar su oposición a la migración indocumentada, asociada a la delincuencia. Desde la Plaza Prat, en el centro histórico de Iquique, los manifestantes acabaron en una playa del Pacífico, donde los carabineros tuvieron que controlar escaramuzas aisladas provocadas por residentes chilenos que se acercaron y agredieron a los venezolanos en la calle.
Los inmigrantes buscaron con sus hijos en brazos esconderse en otras zonas de este balneario para evitar a los manifestantes. Otros grupos radicales se dirigieron a un par de pequeños campamentos de migrantes venezolanos -que no se encontraban en el lugar- y quemaron en una barricada sus pocas pertenencias: ropa, bicicletas, carpas, colchones, bolsas, mantas, juguetes donados.
“Yo soy nacido, criado y mimado en Iquique y siempre he vivido en esta zona norte y esto que estamos viviendo es terrible, porque el problema es que en Venezuela han abierto sus cárceles y parte de esa gente se ha venido a Chile“, dijo Veliz Rifo, un agricultor de la población La Tirana, haciéndose eco de un falso rumor.
Otros manifestantes pidieron a los más violentos que respetaran la acción pacífica, mientras en los restaurantes del centro histórico los camareros venezolanos y los comensales chilenos observaban desde lejos algo que calificaron de “triste”.
La manifestación tuvo lugar un día después del desalojo en la Plaza Brasil, donde pernoctaban los migrantes más pobres sin papeles que no logran llegar a Santiago y sobreviven vendiendo dulces, mendigando o limpiando vidrios en los semáforos de la ciudad.
El gobernador de la región de Tarapacá, José Miguel Carvajal, y el alcalde de Iquique, Mauricio Soria, responsabilizaron de la crisis migratoria en el norte de Chile al gobierno del presidente Sebastián Piñera.
La comunidad venezolana es la más numerosa de Chile, con más de 400.000 personas, pero podrían ser más.