Con pancartas, música y camisetas, una marea de miles de mujeres salió a la calle en distintas ciudades de Estados Unidos para protestar contra las leyes que estados conservadores como Texas han aprobado para restringir el aborto, que es legal desde 1973.
Los organizadores anunciaron más de 600 marchas en todo Estados Unidos y esperaban que al menos 10.000 personas asistieran a la protesta principal en Washington.
Los manifestantes llegaron a la marcha desde todos los rincones del país, incluida una procesión de unas 20 mujeres jóvenes que llevaban una pancarta con los colores azul, rojo y blanco de la bandera de Texas y un mensaje: “¡No se metan con las mujeres de Texas!”
Todas ellas protestaban contra la ley que ese estado aprobó hace un mes y que prácticamente acaba con el derecho al aborto al prohibir esa intervención a las seis semanas de gestación, cuando se puede detectar el latido del feto, aunque muchas madres ni siquiera saben si están embarazadas.
Entre los jóvenes manifestantes se encontraba Zaida Carballo, hispana de 21 años, originaria de la ciudad fronteriza de McAllen, que cree que las mujeres deben tener derecho a un aborto seguro, y que es una decisión sobre su propio cuerpo en la que “nadie” debe intervenir.
A pesar de sus convicciones, dudó en asistir a la marcha porque creció en una familia conservadora y católica en la que hablar de los derechos reproductivos de las mujeres era un tema “tabú”.
Sus padres no saben que fue a la marcha y espera que no la llamen por teléfono porque podrían escuchar los gritos, la música y los eslóganes que retumban en la Plaza de la Libertad, donde comenzó la manifestación de Washington.
Allí, los organizadores montaron un escenario de color púrpura con el lema “Por la justicia del aborto” y desfilaron activistas como Alexis McGill Johnson, la presidenta de Planned Parenthood, que dirige la mayor red de clínicas de salud sexual y reproductiva de Estados Unidos.
La marcha estaba dirigida al Tribunal Supremo de Estados Unidos, donde los jueces conservadores tienen mayoría, por lo que algunos activistas temen que se anule la sentencia “Roe contra Wade“, que sirvió para legalizar el aborto en Estados Unidos hasta los seis meses de gestación. Muchas de las pancartas hacían referencia a esa decisión judicial y al año en que se dictó, 1973.
En concreto, si se aboliera “Roe contra Wade“, cada territorio estadounidense sería libre de prohibir o permitir el aborto a su antojo, lo que afectaría a unos 36 millones de mujeres en edad reproductiva que viven en estados conservadores, según un reciente informe de Planned Parenthood.
Mujeres como la afroamericana Sam Blakely, que interrumpió un embarazo en 2017 tras sobrevivir a una violación y que ahora mismo lo tendría mucho más difícil para abortar debido a una ley aprobada hace dos años por el estado de Alabama, donde vive, que prácticamente prohíbe ese procedimiento.
“Es muy frustrante y todas estas leyes que están aprobando afectan de forma desproporcionada a las mujeres de color, que tienen menos ingresos y han sido tradicionalmente oprimidas”, dijo Blakely.
De hecho, según datos del Centro Guttmacher, la mayoría de las mujeres que intentan interrumpir voluntariamente su embarazo cada año en Estados Unidos son pobres y pertenecen a minorías raciales.
La protesta tuvo lugar en el marco de la “Marcha de las Mujeres“, que se celebra anualmente desde la toma de posesión en 2017 del presidente de EEUU, Donald Trump, que apoyó la idea de castigar a las mujeres que abortan y que colocó a los jueves ultraconservadores en diferentes tribunales del país.
Su sucesor, Joe Biden, que es católico, se ha comprometido a defender ese derecho y ha impugnado la ley de Texas en los tribunales.