El “Salvator Mundi“, el cuadro más caro de todos los tiempos y el único de Leonardo Da Vinci en manos privadas, encierra la “historia más inverosímil que ha sucedido en el mundo del arte”, según se presenta en el documental “The Lost Leonardo“, del cineasta danés Andreas Koefoed, proyectado en el Festival de Cine de Roma.
Un rocambolesco viaje en el que se entremezclan la polémica, el poder y el misterio que aún rodean a este cuadro, en manos del heredero al trono saudí, Mohammed bin Salman, desde que en 2017 pagara por él 450 millones de dólares en la casa de subastas Christie’s, el precio más alto jamás pagado por un particular por una obra de arte.
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Ennoblecido por algunos hasta el punto de apodarlo “La Mona Lisa masculina” y desacreditado por otros, que no lo consideran una obra original del genio florentino, el cuadro aumentó su valor de forma más que exponencial en poco tiempo, a pesar de no tener la certeza en ese momento de que fuera un Da Vinci auténtico.
Cuando el marchante de arte Alexander Parish compró el “Salvator Mundi” en una casa de subastas de Nueva Orleans por 1.175 dólares (1.010 euros) en 2005, sabía que se trataba de un “sleeper”, término utilizado para describir obras de arte que han sido atribuidas erróneamente y cuyo valor está infravalorado.
Y, aunque le recordaba a otros cuadros de Da Vinci, no creía que fuera suyo, sino de uno de sus discípulos, o incluso de discípulos de sus discípulos, opinión que compartió inicialmente la prestigiosa conservadora Dianne Modestini, a quien Parish confió la restauración de este mítico cuadro.
Sin embargo, tras limpiar la obra, pintada hacia 1500, y eliminar la pintura añadida en reparaciones anteriores, los trazos del labio superior de Cristo, “iguales a los de la Gioconda“, convencieron a Modestini de que el “Salvator Mundi” era un auténtico Da Vinci.
En medio de los rumores y la polémica sobre si el cuadro sería o no un Da Vinci auténtico, la National Gallery de Londres lo expuso en 2011 y lo presentó como “The Last Leonardo” (“El último Leonardo”).
Una campaña de marketing que atrajo la atención de miles de personas que incluso durmieron a las puertas del museo y llegaron a pagar 400 dólares (unos 344 euros) por una entrada para descubrir por sí mismos el motivo de tanto misterio.
El documental, que este año compite en la selección oficial del festival de Roma, cuenta con las voces expertas de los conocedores del mercado del arte, calificado como el más irregular y oscuro después de los de la prostitución y la droga.
Prueba de ello es la pelea judicial que estalló en 2015 -cuando el “Salvator Mundi” buscaba comprador- entre el magnate ruso Dmitri Rybolovlev y el marchante suizo Yves Bouvier, al que Rybolovlev acusó de haberle defraudado 47,5 millones de dólares (40,8 millones de euros) en la venta del cuadro.
Bouvier es el propietario de uno de los mayores puertos francos de arte, el de Ginebra (Suiza), una mezcla entre caja fuerte y paraíso fiscal que guarda piezas adquiridas por multimillonarios y almacenadas libres de impuestos.
Después de la National Gallery británica, el Museo del Louvre también ratificó la autenticidad del Da Vinci con motivo de su exposición en 2019 para conmemorar el 500 aniversario de la muerte del artista, aunque finalmente la pieza no se expuso.
El “Salvator Mundi” ya estaba en manos del heredero saudí, que había mantenido en secreto su compra, y se había convertido en un “arma política”.
Poco nuevo se sabe del “Leonardo perdido” desde entonces: mientras algunos esperan verlo algún día “expuesto en el desierto”, Modestini, artífice de su restauración, lamenta que no pueda verse en ningún museo.