Xalapa, Veracruz, (OEM-INFORMEX) – Para la familia Mendoza Romero, el Día de Muertos se ha convertido en una celebración bienvenida; desde hace un año esperan con ansias y mucho amor a Don Víctor Manuel Mendoza Chávez, quien fue asesinado por el Covid-19 en julio pasado; incluso recuerdan que fue uno de los primeros en morir al inicio de la pandemia en el estado de Veracruz.
Han introducido una nueva tradición: El 3 de noviembre, toda la familia se reúne para comer la sopa de cangrejo que “Don Vic“, como le llamaban sus amigos, había pedido unos días antes, pero que no pudo comer; su plato estará en la mesa porque ese día todavía estará aquí para visitarnos.
Sus hijos, Víctor Octavio y Carla, y su mujer, Irene, coinciden en que su padre hacía su trabajo con dedicación y cariño en todo momento y lugar, y que nunca faltaba una cerveza para él en casa; ahora no faltarán ni la cerveza ni la copa de brandy.
“Nunca se disculpó por su trabajo, a menudo decía que hacía lo que le gustaba y que incluso le pagaban por ello. Eso fue lo que más nos enseñó, a hacer siempre lo que nos gusta y a seguir adelante, a seguir trabajando, y por eso intentamos seguir su ejemplo”, recuerda Carla.
En esta casa se suele montar el altar el 26 de octubre para recibir al hermano de Irene, a los niños no nacidos y a los ahogados, pero desde el año pasado, desde que falleció don Víctor, es una ofrenda diferente. Ahora, además de dulces, pan y velas, habrá pan, mole, tamales, atole, chocolate y jamón en una hermosa mesa llena de flores, ángeles y luz que rodean sus cenizas, que aún conservan, y la foto de Jesús tomándolo en brazos.
Irene Romero recuerda que su esposo, con quien compartió 40 años de su vida, trabajó en Teléfonos de México (TELMEX) durante casi 30 años; durante el terremoto de Juchitán, Oaxaca, estuvo un mes fuera de casa ayudando en las zonas afectadas.
“Para nosotros, estos días son una fiesta, porque viene, es como si volviera del trabajo, porque a veces salía, y ahora es como si volviera del trabajo, y es como una fiesta, porque lo voy a recibir, lo espero con mucha alegría y con mucha ilusión”, dice Irene.
Aceptar la muerte de Don Víctor fue difícil y doloroso porque cuando ocurrió, poco se sabía del tratamiento para el virus; todo pasó muy rápido, la gente no podía despedirse de él porque nunca había perdido la esperanza de verlo dado de alta en el hospital. Ahora queda el recuerdo del gran esposo, hombre y padre que siempre dio todo por su trabajo y su familia.
Al día siguiente de su muerte era el cumpleaños de Santi, su pequeño ahijado, que es como el hijo menor que vino a dar vida a la familia, por lo que esta fecha no se puede borrar por todo el amor y el dolor que representa al mismo tiempo. Este Día de los Muertos tiene ahora un significado especial porque Don Vic viene de visita y su familia está feliz de recibirlo.