Más de 40 países han firmado un acuerdo para poner fin al uso del carbón en la generación de electricidad. Entre los firmantes se encuentran algunos de los mayores consumidores de este combustible, como Canadá, Polonia, Vietnam, Corea del Sur, Ucrania e Indonesia. En el caso de las economías más grandes de este grupo, se han comprometido a poner fin al uso del carbón para la década de 2030, mientras que las más pequeñas tienen previsto hacerlo en la próxima década.
Además de la generación de electricidad, el carbón se utiliza para alimentar hornos de metal, acero y cemento, así como algunos sistemas de calefacción.
La industria del carbón sigue siendo responsable del 30% de las emisiones de gases de efecto invernadero, por lo que sustituir su uso por alternativas limpias es una prioridad internacional para frenar el cambio climático.
Hasta 2012, el carbón era la fuente del 41 por ciento de la electricidad del Reino Unido, que se reducirá al 1,6 por ciento en 2020. Sin embargo, esta reducción se debe en gran medida al uso del gas natural, otro combustible fósil.
Aunque el gas natural emite menos dióxido de carbono, las nuevas centrales eléctricas de gas natural -destinadas a funcionar hasta la década de 2050- no son una solución real al problema.
A pesar de los avances en materia de energías renovables, la generación con carbón vuelve a aumentar a medida que la economía se recupera de la pandemia de Covid-19, sobre todo en Alemania y Estados Unidos. Mientras tanto, China ha ordenado un aumento de la producción de carbón para satisfacer la demanda de electricidad a la que se enfrenta.
En este sentido, los mayores consumidores de carbón, como Australia, China, Estados Unidos, India y Sudáfrica, se abstuvieron de firmar el acuerdo de descarbonización.
En el caso particular de China, el corte de la financiación de las centrales de carbón en el extranjero supondrá el fin de 44 centrales en todo el mundo; sin embargo, el número de centrales en su territorio sigue multiplicándose.
China acumula el 50 por ciento de la capacidad energética mundial de carbón en 2020, mientras construye plantas con una capacidad productiva de 100 gigavatios (GW), y otras 160GW en fase de planificación.
El carbón sigue siendo una fuente de electricidad asequible, abundante y fiable. En muchos de los países con alto consumo, las empresas estatales suelen dominar el sector minero y eléctrico. Debido a los intereses en juego, la descarbonización se enfrenta a una fuerte oposición.
Uno de los temores más extendidos sobre el abandono del carbón es que una rápida desinversión en la minería y el consumo de carbón empobrecería a los países y regiones donde esta industria es la principal generadora de empleo. Por no hablar de la pérdida de impuestos que se utilizan para financiar diversos servicios públicos.
Además de lo anterior, las centrales eléctricas de carbón en el mundo son relativamente nuevas, por lo que el cese de sus actividades implicaría un alto riesgo de pérdidas para sus propietarios.
A pesar de ello, existe la posibilidad de realizar una transición adecuada hacia las energías limpias, implicando a los mineros y otros trabajadores de la industria del carbón y aprovechando su experiencia en nuevas fuentes de producción de bajas emisiones, incluidas las energías renovables.
Las barreras tecnológicas tampoco son un obstáculo real para la descarbonización de la industria eléctrica. En países como Estados Unidos ya se han establecido acuerdos con los principales proveedores del país para retirar las centrales eléctricas de carbón y sustituirlas por energía solar.
En el caso de la industria del acero y el cemento, la transición es más complicada, pero no imposible. Los hornos de acero pueden funcionar con electricidad, y las multinacionales del cemento y el acero ya están probando el hidrógeno limpio en países europeos como Alemania y Suecia.
Aunque el hidrógeno limpio es hasta la fecha más caro que el carbón o el gas, el aumento de la inversión en las tecnologías necesarias para producirlo, unido a la reducción de los costes de la electricidad limpia para su suministro, podría convertirlo en una alternativa asequible a los combustibles fósiles antes de lo previsto.