MEDELLÍN, Col. Era sólo una planicie en las afueras de Medellín, una de las ciudades estratégicas de Colombia para el desarrollo económico y social del país, que sin embargo se convirtió en la capital de la violencia y el narcotráfico.
Con el fin de esa cara sangrienta, el nuevo milenio trajo una transformación que convirtió el gran basurero de la ciudad en una zona ecológica, ejemplo internacional de recuperación ambiental.
En los años 70, el anunciado crecimiento de Medellín atrajo a miles de personas de las zonas rurales de Colombia que huían del conflicto armado interno, y el mejor lugar para asentarse fue la periferia de la ciudad, en el barrio de Moravia, una zona próspera y con un futuro prometedor porque, a mediados de los 60, la red regional del Ferrocarril de Antioquia la conectó, convirtiéndola en una de las zonas más seguras del país sudamericano.
La promesa de prosperidad atrajo a miles de familias desplazadas, ya que su vida, antes tranquila en las afueras de Medellín, se había vuelto peligrosa debido a que los grupos paramilitares de derecha e izquierda se enzarzaron en una guerra partidista que luchaba por la tierra y la propiedad.
Moravia se formó a principios del siglo XX, como un asentamiento lineal que bordeaba el ferrocarril y se expandía lentamente a partir de él, por lo que establecerse en este barrio era una apuesta más segura.
Pero todo cambió radicalmente para este sector en la década de 1970. La ciudad de Medellín autorizó el uso de los llanos como relleno sanitario, lo que hizo que este barrio, cada vez más concurrido, estallara lentamente en una montaña de basura.
Las autoridades intentaron desplazar a sus habitantes a las colinas occidentales de Medellín, pero muchos se negaron, empezando a ver un gran negocio en las montañas de basura.
Muchas de las familias que se quedaron empezaron a ganarse la vida rebuscando y reciclando. Entre la misma montaña de desechos empezaron a surgir construcciones improvisadas de paredes hechas con cartones, láminas y telas recuperadas de la basura.
En las terribles décadas de los ochenta y noventa, con el narcotráfico en su apogeo, el lugar atrajo a miles de personas más para refugiarse de la violencia de la ciudad. A principios de la década de 2000, el pueblo albergaba a más de 15.000 personas que vivían entre la basura, en condiciones extremadamente insalubres, y en 2006 fue declarado “desastre público”.
Las autoridades decidieron tomar una decisión que volvería a cambiar radicalmente la imagen de Moravia.
El gobierno puso en marcha el Plan Integral de Mejora de Moravia, que, entre sus principales objetivos, proponía conceder a los residentes la adquisición legal de sus terrenos y viviendas y recuperar el vertedero para convertirlo en un territorio verde y amable.
La transformación fue coordinada entre el gobierno local, los residentes, las universidades y las organizaciones civiles nacionales e internacionales. Así, entre 2006 y 2021, lo que antes eran montañas grises de basura, ahora domina un maravilloso paisaje verde considerado un oasis, un espacio de áreas verdes y flores que llena de orgullo a toda una población que intenta reconstruir su presente, usando su pasado como base y convertirlo en la cultura del futuro.
“El vertedero se transformó en un jardín para la ciudad, dando paso a dos iconos: el montículo de Moravia y el centro cultural… Son dos lugares con gran potencial turístico porque muestran la transformación del territorio gracias al empoderamiento comunitario y a las intervenciones del Estado”, comentó Ángela María Holguín, activista y promotora turística del barrio Moravia.
Cabe destacar que los procesos de urbanización y recuperación de Moravia no tienen como objetivo obtener ganancias económicas o implementar espacios privados, sino saldar una deuda social por los desequilibrios urbanos durante el proceso de desarrollo de la ciudad, para crear un bienestar equitativo para la población de Medellín.
El turismo comunitario promovido por los líderes sociales locales recauda fondos que se destinan íntegramente a mejorar las oportunidades y la calidad de vida de sus habitantes, a través del mejoramiento urbano de los barrios que conforman Moravia.
Actualmente, el jardín se ha convertido en el más grande y representativo de la ciudad, con cerca de 30 mil metros cuadrados de zonas verdes y parcelas que representan el 70 por ciento del terreno recuperado. En la cima de la colina se encuentra ahora un invernadero con más de 15 mil plantas, orquídeas, suculentas, entre otras especies vegetales, que dan vida a un sitio que antes estaba dominado por cartones, escombros y residuos de alimentos.
La historia de los colonos que pasaron de recoger latas de aluminio a proteger y ampliar el desarrollo ambiental abarca decenas. “Es el icono de la transformación de Moravia porque cuenta la historia de la resiliencia, nuestro proceso, y la historia de los pobladores que pasaron de recoger latas de aluminio a proteger y ampliar el desarrollo medioambiental.