América Latina, una región con 650 millones de habitantes llena de necesidades, es el escenario de la lucha diaria de quienes, a través del emprendimiento social, generan una poderosa transformación en temas clave como los conflictos armados, la migración, la equidad de género o el fracaso.
Así lo refleja el libro Impacto Latino: casos de emprendedores sociales de América Latina, que fue presentado en Bogotá y cuyo mensaje principal es que cuando la gente deja de ser escéptica y trabaja, descubre soluciones a los grandes problemas.
Precisamente, una de las dificultades más visibles en la región es la migración de más de 5,6 millones de venezolanos que huyeron de la crisis política, económica y social que afecta a su país.
De ellos, 1,7 millones llegaron a Colombia con los pies ampollados y el corazón arrugado por el dolor de no poder llorar la pérdida de dejarlo todo atrás.
En esto es experta Gabriela Arenas, una de las 15 emprendedoras sociales cuyas historias aparecen en el libro, y que en 2013 dejó su Venezuela natal por las amenazas del gobierno del presidente Nicolás Maduro.
“Recibimos amenazas y eso nos hizo darnos cuenta de que los problemas de los países latinoamericanos son muy parecidos, sobre todo en lo que se refiere a la violencia”, explica Arenas, directora de la Fundación Taller de Aprendizaje para las Artes y el Pensamiento (TAAP).
Décadas atrás, fueron los abuelos de Arenas quienes huyeron del conflicto armado colombiano y se instalaron en Venezuela.
Por eso, dijo, “sé que la migración es dura y que el duelo migratorio puede ser incluso incapacitante para seguir adelante”.
A partir de su experiencia, Arenas ideó programas que han beneficiado a 120.000 venezolanos en Colombia y que hacen hincapié en la integración laboral porque, dijo, “un migrante al que no se le permite integrarse es una carga y un problema porque puede entrar en situaciones ilegales”.
Para romper esta espiral de violencia, TAAP ha ayudado a 3,5 millones de personas en Colombia, Argentina y Centroamérica, enseñando que el arte es una forma de generar procesos de sana convivencia en las comunidades que se instruyen para generar recursos y alejarse de la delincuencia.
Por eso, Arenas está convencido de que “una empresa social sólo logra su misión cuando la comunidad se empodera y crea sus propias soluciones”.
De la antigua República Democrática Alemana llegaron los fusiles AK-47 que los guerrilleros desmovilizados de las FARC y los miembros de las autodefensas utilizaron en el conflicto armado de Colombia.
Tanta sangre y lágrimas derramadas llevaron al músico César López a crear la “escopetarra”, una guitarra eléctrica hecha con piezas y en forma de fusil, que ha sido utilizada por artistas como Juanes, Manu Chao, Fito Páez o Bob Geldof.
Su experiencia en emprendimiento social comenzó a principios de la década de 2000 con “Invisibles Invencibles“, una iniciativa de apoyo a los cantantes callejeros, y se extiende a “24-0”, la fundación con la que lleva la música a zonas donde la guerra se ha instalado.
Todo ello llevó a López a convertirse en “Mensajero no violento” de las Naciones Unidas y en “Emisario de conciencia” de Amnistía Internacional, y a preparar para 2022 la “Orquesta Nacional de la Esperanza”.
La idea, concebida para 10 años, involucrará a músicos de todas las regiones de Colombia a los que se les dotará de instrumentos para ser formados y de ella “surgirán otras propuestas, como grabarlos para componer lo que hemos llamado la ‘Banda Sonora del Posconflicto‘”, explicó.
Desde Perú, Andrea de la Piedra optó en 2014 por abordar otro de los males de América Latina: el machismo y la consecuente falta de equidad de género en las empresas.
El impacto de su emprendimiento, Aequales, ya alcanza a 700 empresas en 18 países de la región, donde ha alzado la voz para decir que “la base de la desigualdad de género que vivimos es pensar que los hombres tienen más poder y más derechos que las mujeres”.
Además, recordó que “muchas veces la violencia se debe a estos estereotipos” y que se exacerbó durante la pandemia del coronavirus, por lo que su labor es más que relevante.
Otra que no para es la mexicana Leticia Gasca, que alcanzó el éxito con “Fuckup Nights“, sesiones en las que, irónicamente, un grupo de invitados hablan al público de sus fracasos empresariales.
La propuesta ha llegado a 300 ciudades de 91 países y ha dado lugar al Instituto del Fracaso y a la empresa Factual, que ayuda a proyectos que utilizan la tecnología para promover el cambio social en América Latina.