Disfrazado de gavilán e imitando a la perfección sus graznidos, el aparato electrónico levanta el vuelo y ahuyenta a las aves del aeropuerto para evitar accidentes. Es la primera PYME en ciernes en Cuba que crea drones más baratos que los alquilados a empresas extranjeras.
Con una envergadura de 1,3 metros y una longitud de 65 cm, el aparato tiene una autonomía de una hora.
La diferencia con otras aves artificiales de su tipo es que el 80% de sus componentes están hechos a mano, en talleres rústicos que estos emprendedores tienen en casa, saltando los obstáculos de esta isla bajo embargo estadounidense desde 1962.
“Hemos sido tercos en mantener nuestras ganas de resolver los retos”, tanto técnicos de aviación como de recursos y legales, dice a la AFP Ernesto Aragón, de 50 años, uno de los integrantes de Alasoluciones, que cuenta con cinco ingenieros y tres técnicos “locos” por los aviones y los vehículos aéreos no tripulados.
Operan entre arrozales y ajos, en San Nicolás de Bari, una localidad de 20.000 habitantes, a 70 km al sureste de La Habana.
Comenzaron en 2017 en el garaje de la casa de Ernesto, donde guardan el Ford Fairlane 1958 de color chocolate que parece vivir una segunda juventud (esta vez con cabina Peugeot y motor Toyota), pues les sirve de transporte, oficina o taller cuando vuelan el dron.
Con el tiempo, estos creadores lograron hacer aparatos voladores para servicios en la agricultura, inspección de líneas de gas, torres eléctricas y de comunicaciones, entre otros campos.
En la actualidad, tienen un proyecto de cetrería para espantar aves en el aeropuerto de Camagüey, que fue detenido por la pandemia.
Su primer logro fue “desarrollar un sistema que lo convirtiera [al dron] de manual a totalmente autónomo, desde el despegue hasta el aterrizaje”, recuerda Aragón.
Pero ahí se atascaron las cosas. Su estatus legal de autónomo (privado) no les sacará adelante en un país socialista donde todavía no existen las empresas privadas.
El Gobierno autorizó en febrero el trabajo individual privado en más de 2.000 actividades, una medida largamente esperada por las personas que trabajan de forma independiente.
“Se ha elaborado un reglamento que permitirá hacer propuestas para que, una vez aprobado, podamos empezar ya” con las pequeñas y medianas empresas (PYMES), dijo el presidente del Gobierno, Manuel Marrero, en el recién concluido congreso del Partido Comunista (el único).
Tratando de superar las barreras burocráticas, en 2020 se inauguró el primer parque industrial de ciencia y tecnología -que funciona como una sociedad mercantil estatal- promovido por el presidente, Miguel Díaz-Canel, que trata de estimular el desarrollo tecnológico.
Los empresarios “tienen soluciones que pueden sustituir las importaciones”, un gran dolor de cabeza para la economía cubana, que compra en el exterior el 80% de lo que consume, dijo el presidente del parque, Rafael Torralbas, a la televisión local.
El director general del grupo, Erick Carmona, de 35 años, considera que “el parque tiene muchos beneficios”: es una “entidad diseñada para crear pymes, empresas de base tecnológica”, de modo que cuando “salga la ley de pymes, prácticamente en la puerta” para convertir la empresa en una de ellas.
El parque les ha dado una financiación inicial y les facilita las importaciones y posibles exportaciones, además de ofrecerles ventajas como la exención de impuestos y derechos de importación durante cinco años.
En su taller del parque trabajan ahora en la electrónica de los drones y en la óptica de las cámaras para “evitar el polvo y la suciedad, [para que] no caiga sobre estos componentes”, dice Carmona.
Deyvi Pastrana es un hombre de 50 años de pocas palabras, pero con grandes habilidades manuales.
En el patio trasero de su casa tiene un taller improvisado donde fabrica el chasis del aparato, de madera, fibra de vidrio o resina.
Para la cubierta ha utilizado un pomo de plástico para el agua, un “material muy ligero”.
Es “un ejemplo de uso de materiales reciclables”, dice, mostrando el molde de madera que dio forma a la pieza con una pistola de calor.
En un aeropuerto abandonado en las afueras de San Nicolás el gavilán-dron hace su última prueba.
Es la misma terminal aérea desde la que el ex agente René González despegó en 1990 en un avión cubano para infiltrarse en Estados Unidos, una historia recreada en la película “Avispa Roja” (2019) del francés Olivier Assayas y disponible en Netflix.
“Están incursionando en una actividad que tiene mucho potencial para la economía de cualquier país”, dice González, ahora presidente del Club de Aviación de la isla, quien les augura éxito incluso fuera de Cuba.