En la semana en que reabren los teatros, cines y espectáculos en Italia, el histórico Circo Lidia Togni no sabe si podrá hacerlo. La pandemia les ha dejado durante 15 meses acampados en un campo junto a una de las autopistas de salida de Roma y la supervivencia de sus 43 trabajadores y sus 30 animales sólo ha sido posible gracias a la ayuda de ciudadanos y asociaciones.
La situación del circo Lidia Togni es similar a la de los otros 60 circos de toda Italia, uno de los sectores más afectados por los cierres de la pandemia, y su recuperación será difícil. Sólo queda pedir ayuda al Estado” para empezar de cero, dice el director Vinicio Canestrelli, nieto de la histórica matriarca circense Lidia Togni.
El pasado mes de octubre estaban preparados para reabrir, habían adoptado todas las medidas de seguridad necesarias, pero la esperanza sólo duró siete días, porque se decretó de nuevo el cierre de los espectáculos.
Ahora que parece que las reaperturas van a durar, la situación es totalmente diferente. “No tenemos una economía lo suficientemente fuerte como para permitirnos una temporada. Hace falta dinero para alquilar los espacios, la publicidad… Sólo mantener a los animales son 6.000 euros al mes”, explica Canestrelli a Efe.
Cuando llegó la pandemia, tenían una gira que iba a llegar, como siempre, a unas 30 ciudades, pero de repente todo se paró. “Ni siquiera con la Segunda Guerra Mundial nuestro circo había parado, incluso viajaba para entretener a las tropas”, explica Canestrelli, que ha heredado las riendas de su abuela y se dedica también a la doma de los siete tigres.
Ahora son nueve, porque hace dos días nacieron dos cachorros. Una pequeña alegría en todos estos meses.
Acostumbrados a viajar, la población de lo que era un pequeño pueblo en movimiento vive una situación aún más inédita que el resto de las actividades. Cuando los ahorros se agotaron, empezaron a tener problemas sobre todo con la supervivencia de los animales, que necesitan grandes cantidades de comida.
Un tigre, explica Canestrelli, come entre ocho y diez kilos de carne al día, mientras que los dos elefantes necesitan al menos 150 kilos de alimento, además de frutas y verduras, al igual que los caballos, llamas y camellos de este circo ambulante.
La supervivencia de esta numerosa familia ha sido posible gracias a Cáritas, que se ha encargado de llevarles paquetes de alimentos básicos, ya que la ayuda económica del Gobierno no llegaba a los 200 euros mensuales por trabajador.
Además, los agricultores de la zona y asociaciones como la Confederación Nacional Agraria (Coldiretti) han ayudado a alimentar a los animales durante todo este tiempo.
Coldiretti se ha encargado de mantener alimentados a los animales de los cerca de 60 circos italianos, cuya situación, explica la organización, “ya en crisis desde hace años, se ha vuelto dramática con la pandemia por la imposibilidad de trabajar, al tener que seguir asumiendo la mayor parte de los gastos ordinarios de gestión, incluidos los de los animales, que cuestan más de 2,7 millones de euros al año sólo en comida”.
Durante la visita de Efe al circo, triste y silenciosa, los trabajadores limpian las verduras que se darán a los animales. Por ahora tenemos suficiente para dos días, explican desanimados.
Los artistas no han dejado de entrenar, aunque últimamente es más difícil tener la moral alta. En un ring vacío, Alessandro Togni, uno de los artistas, nacido en España durante una gira que duró años, sigue haciendo malabares con la esperanza de poder recibir pronto los aplausos del público.
Canestrelli recuerda que el circo de Lida Togni fue uno de los que actuó durante las audiencias generales ante el Papa y ahora pide a Francisco que los reciba para bendecirlos y darles un apoyo.
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