Los talibanes van “casa por casa” en busca de detractores y personas que han trabajado para las fuerzas extranjeras y sus familias, según un documento confidencial de la ONU publicado en las últimas horas, multiplicando el miedo y la desconfianza ante las promesas de tolerancia y respeto hechas por el movimiento islamista radical.
El informe, elaborado por un grupo de expertos en evaluación de riesgos de la ONU y al que ha tenido acceso AFP, afirma claramente que los talibanes tienen “listas negras” de personas que desean detener. En los primeros puestos de la lista se encuentran aquellos que ocuparon cargos de responsabilidad en las fuerzas armadas, la policía y las unidades de inteligencia afganas.
Desde que tomaron el poder en Kabul el domingo y en la mayor parte del país, los talibanes han intentado convencer al mundo y a los afganos de que no buscan la venganza y que están comprometidos con la reconciliación.
También han garantizado que no ejercerán el poder de la misma manera que entre 1996 y 2001, cuando dirigían el país e imponían una visión extremadamente rigurosa de la ley islámica, que penalizaba especialmente a las mujeres. Pero este informe de la ONU muestra una situación muy diferente.
“Apuntan a las familias de los que se niegan a entregarse y los castigan basándose en la sharia” o ley islámica, dijo a la AFP Christian Nellemann, director del Centro Noruego de Análisis Global, el think tank encargado de este informe.
“Tememos que las personas que han trabajado para las fuerzas estadounidenses, la OTAN y sus aliados, así como sus familias, sean torturadas o ejecutadas”, añadió.
Este viernes, la cadena pública alemana Deutsche Welle informó de que el familiar de un periodista que trabajaba para ellos en Afganistán fue asesinado por los talibanes.
“Está claro que los talibanes ya están llevando a cabo operaciones organizadas de búsqueda de periodistas, tanto en Kabul como en las provincias”, declaró Peter Limbourg, director general de DW, en un comunicado. “¡El tiempo se acaba!”, ha añadido, explicando que el periodista que buscan se encuentra en Alemania.
Por su parte, el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ) ha denunciado que los talibanes han registrado esta semana los domicilios de al menos “cuatro periodistas y trabajadores de los medios de comunicación”. Varios reporteros han denunciado también haber sido golpeados cuando intentaban filmar en Kabul.
Especialmente dramático ha sido el llamamiento de la presentadora de la televisión afgana Shabnam Dawran, a la que han prohibido trabajar esta semana. “A todos los que me escuchan, si es que el mundo me escucha: por favor, ayúdennos porque nuestras vidas están en peligro”, dijo en un vídeo publicado el jueves.
Los talibanes han insistido en que quieren mantener buenas relaciones diplomáticas con todos los países, pero no aceptarán ninguna injerencia en sus principios religiosos. La mayor parte de la comunidad internacional se muestra escéptica y dice que juzgará los “hechos” de los islamistas y no sus palabras.
Han empezado a surgir algunos signos de oposición al nuevo régimen. En Asadabad (este) y en algunas partes de Kabul, los manifestantes salieron a la calle el jueves mostrando la bandera nacional, y no la bandera blanca de los islamistas radicales, para conmemorar el 102º aniversario de la independencia de Afganistán.
“Mi petición a la comunidad internacional es que preste atención a Afganistán y no deje que lo conseguido en 20 años sea en vano”, dijo un manifestante. Asimismo, en el valle de Panshir, al noreste de Kabul, Ahmad Masud, hijo del famoso comandante Masud, asesinado por Al Qaeda en 2001, junto con el ex vicepresidente Amrullah Saleh, instó a la resistencia.
Esta región es la única que no está controlada por los talibanes. Según Masud, los soldados “disgustados por la rendición de sus comandantes” se han unido a ellos y han pedido armas y municiones a Estados Unidos.
Mientras tanto, miles de afganos ya han abandonado el país y muchos miles más esperan ser evacuados o luchan por conseguir un visado para alejarse de los talibanes.
La desesperación ha llevado a situaciones trágicas. El viernes, la Dirección General de Educación Física y Deportes de Afganistán informó de que Zaki Anwari, un futbolista que jugaba en la selección nacional juvenil del país, sufrió una caída mortal tras intentar viajar agarrado a un avión estadounidense que despegaba de Kabul.
La gente también está bloqueada en los puestos de control talibanes en los accesos al aeropuerto, que está controlado por el ejército estadounidense. El G7 y varias agencias de la ONU han pedido a los talibanes que dejen pasar a los afganos y a los extranjeros que quieran salir del país.
Este viernes, día de descanso y oración para los musulmanes, los talibanes pidieron a los imanes que prediquen por la unidad y pidan a la gente que no abandone el país.
En total, Estados Unidos desplegó 6.000 soldados para garantizar la seguridad del país.