Las dos tuberías principales de aguas residuales del oeste de El Paso, Texas, conocidas como Frontera Force Main, sufrieron roturas que han provocado que 10 millones de galones de agua contaminada fluyan hacia el río Grande cada día desde el 10 de agosto.
Las fugas de aguas residuales -principalmente de inodoros y desagües- ponen en peligro la salud de las personas y la fauna de ambos lados de la frontera.
El punto de vertido se encuentra en el lecho del río, cerca de Paisano Drive y Racetrack Drive, en la frontera con Ciudad Juárez, Chihuahua, donde los residentes han tenido que lidiar con un olor cada vez más insoportable.
El Paso Water, la empresa responsable de las tuberías, dijo a El Sol de México que espera dejar de verter aguas residuales en el cauce a finales de año, cuando espera completar la sustitución de una de las tuberías dañadas. Hasta que eso ocurra, ha advertido a la población que evite acercarse a la zona por los “riesgos para la salud”.
Incluso la sección estadounidense de la Comisión Internacional de Límites y Aguas (CILA), organismo binacional que supervisa los tratados de agua entre Estados Unidos y México, decidió modificar sus trabajos a lo largo del río por el peligro que suponen las aguas residuales para la salud humana.
“Nuestra División de Contabilidad del Agua ha restringido a nuestros empleados para que no vayan al río a hacer mediciones de arroyos. Nuestro Programa de Ríos Limpios ha modificado sus métodos de recogida de muestras de agua utilizando un cubo de muestreo o palos de muestreo en lugar de vadear el agua”, se lee en su página web.
Las familias que esperaban reunirse con sus seres queridos en el tradicional evento “Abrazos, no muros“, que se celebra cada año en la frontera entre El Paso y Ciudad Juárez, también tendrán que esperar hasta el año que viene debido al derrame, dijo el jueves pasado Fernando García, director de la Red Fronteriza por los Derechos Humanos (BNHR).
A través de un comunicado de prensa, García aseguró que el evento que estaba previsto para diciembre fue cancelado debido a las condiciones del río y a los riesgos de salud que podría suponer para las familias.
“La razón principal es el desvío de aguas residuales al río. Este proceso de contaminación nos preocupa y no podemos arriesgar a las familias”, dijo el director del BNHR.
Por parte de México, este diario consultó a la Comisión Nacional del Agua (Conagua) del estado de Chihuahua, que respondió que aún está “a la espera de información de sus oficinas centrales para poder dar a conocer posibles efectos ambientales”.
Si bien las pruebas preliminares muestran que el agua no contiene derrames químicos, la empresa de servicios públicos dijo que está a la espera de pruebas adicionales para ver el contenido de patógenos y bacterias en el río.
Por su parte, El Paso Water explicó que el accidente se produjo después de que las fuertes lluvias provocaran inundaciones en toda la ciudad estadounidense. Las tuberías de acero del alcantarillado cercanas a una estación de bombeo, que ayuda a trasladar las aguas residuales a las plantas de tratamiento, no pudieron soportar la cantidad de agua y se rompieron al mismo tiempo.
El sistema, de 25 años de antigüedad, era único, según la empresa, porque cada tubería podía transportar toda la carga de aguas residuales de 17.500 hogares para evitar fallos en el sistema.
Además, las tuberías estaban revestidas con un revestimiento para protegerlas del suelo y tratadas por dentro para evitar los daños causados por los ácidos y gases de las aguas residuales. Sin embargo, la carga de agua no aguantó y rompió las tuberías, por lo que para evitar más inundaciones, el líquido “tuvo que ser vertido, y el único lugar que podía manejar esa cantidad era el Río Bravo“, añadió la empresa de servicios públicos.
“Las cuadrillas han estado trabajando las 24 horas del día y, a veces, con las aguas negras hasta las rodillas para hacer reparaciones y remediar la situación. Con los continuos flujos de aguas residuales, el terreno difícil y las tuberías enterradas hasta 6 metros de profundidad, se han enfrentado a enormes desafíos y complicaciones durante las reparaciones”, dijo.
Estela Fonseca, de 72 años, vive en Socorro, a casi 90 kilómetros aguas abajo del vertido, y todos los días tiene que lidiar con el olor. El río pasa a menos de dos kilómetros de su casa, lo que significa que, dependiendo de la dirección en que sople el viento, el olor penetra en su hogar.
Fonseca Padilla, que empezó a caminar junto al río durante la pandemia, se entristece al ver bandadas de palomas bebiendo del río.
“Parece que nos hemos convertido en un vertedero de aguas residuales y es desolador que la fauna silvestre beba agua de ahí, pero más preocupante es que vayamos a enfermar”, se lamenta.