Los más ricos contaminan mucho más que los más pobres del planeta y deberían pagar impuestos específicos para compensarlo, según un estudio del Laboratorio Mundial de Desigualdad (WIL) publicado este miércoles, antes de la cumbre del clima COP26.
El 1% más rico del mundo emitió de media 110 toneladas de CO2 por persona en 2019, detalla el estudio del economista Lucas Chancel, codirector del WIL en la Escuela de Economía de París.
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Esto representa el 17 por ciento de las emisiones mundiales de CO2 de ese año. Todas estas emisiones proceden de los hábitos de consumo e inversión de esta categoría de la población, según el WIL.
Además, mientras que el 10 por ciento más rico de la población mundial genera la mitad de las emisiones globales, la mitad más pobre de la población es responsable de sólo el 12 por ciento de las emisiones globales, una media por persona de 1,6 toneladas de carbono por persona.
“Hay una marcada desigualdad en las contribuciones al problema climático”, dijo Chancel, y propuso gravar con impuestos ecológicos progresivos basados en la riqueza.
“Los gobiernos necesitan nuevas fuentes de ingresos para invertir en infraestructuras verdes”, y una forma de conseguirlas es “a través de impuestos verdes progresivos”, afirma.
“Esto podría ser más viable desde el punto de vista político que los impuestos sobre el carbono, que golpean duramente a los grupos de menores ingresos y no ayudan a reducir las emisiones de los más ricos”, añade.
Entre las soluciones propuestas, el informe aboga por tener en cuenta las emisiones individuales en las políticas públicas para orientar los comportamientos contaminantes.
El estudio denuncia que el peso de las políticas climáticas recae en las clases más pobres y aboga por poner “más énfasis” en los grupos más ricos, proponiendo, por ejemplo, “instrumentos dirigidos a las inversiones en actividades contaminantes”.
Además de los individuos más ricos, los países más ricos tienen una mayor huella de carbono si se tienen en cuenta los productos fabricados en el extranjero e importados a su territorio.
Para Europa, añadir las emisiones de carbono al valor de sus productos aumenta la factura final en un 25%.
Este jueves también se ha dado a conocer que los ingresos globales ligados al CO2, generados por las tasas o los mercados de cuotas, ascenderán a 57.000 millones de dólares en 2020, según los cálculos del Instituto de Economía del Clima (I4CE).
“A pesar de Covid-19 y de la situación sanitaria, vemos un aumento de los ingresos del carbono”, subrayó Marion Fetet, jefa de investigación del I4CE y una de las dos autoras del informe publicado el jueves sobre “las cuentas mundiales del carbono en 2021”.
En el último año, los ingresos del carbono aumentaron un 18% respecto al año anterior y tres veces en comparación con 2016.
Detrás de estos ingresos, hay una gran heterogeneidad de los precios de las emisiones de CO2.
“Más del 46 por ciento de las emisiones reguladas con una tarifa de carbono tienen un precio inferior a 10 dólares” la tonelada, recuerdan los autores del estudio.
Según ellos, esto representa un precio que no coincide “con el consenso científico internacional que considera que el pleno efecto incentivador de estos mecanismos se consigue con precios de entre 40 y 80 dólares por tonelada de CO2.”
“Esto debería hacernos preguntar por la coherencia”, dice Marion Fetet, que recuerda que, por un lado, las administraciones gravan las emisiones, pero, por otro, subvencionan las energías fósiles.
Las subvenciones a las energías fósiles “representaron un mínimo de 450.000 millones de dólares en 2020”, destaca el estudio.
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