Cientos de migrantes desafiaron las medidas de seguridad para intentar entrar en Ceuta el miércoles, mientras España seguía expulsando a miles de personas que habían entrado en su enclave norteafricano a nado o escalando en los últimos dos días.
Cerca de dos tercios de los aproximadamente 8.000 migrantes que llegaron al enclave han sido expulsados, según el Ministerio del Interior español.
Muchos de los que fueron devueltos a territorio marroquí dijeron que estaban decididos a regresar a Ceuta y, mientras descendía la densa niebla de la tarde, cientos de jóvenes hicieron un nuevo intento de acercarse a la valla metálica de la frontera, de unos seis metros de altura, antes de ser ahuyentados por la policía marroquí.
Otros se metieron en el agua y comenzaron a nadar hacia la playa de Ceuta, situada a unos cientos de metros.
“No pierdo la esperanza. Tengo amigos en Ceuta donde puedo quedarme hasta que tenga la oportunidad de cruzar a España“, dijo a Reuters Souhail Abbadi, un hombre de unos 20 años procedente de Tánger, en el noroeste de Marruecos.
“Estamos preparados para nadar o saltar la valla (…), esperamos que las autoridades marroquíes no nos lo impidan”.
El miércoles, soldados españoles con equipo de combate y policías escoltaron a numerosas personas directamente de vuelta a Marruecos, mientras que la policía marroquí alejó a cientos de jóvenes de la valla fronteriza.
“Nos dieron zumo y un pastel, eso es todo”, comentó un migrante, que se identificó como Mohamed, de Ait Melloul, en el suroeste de Marruecos, después de que los soldados españoles le devolvieran a territorio marroquí nada más llegar.
“Los afortunados son los que tienen a sus familiares para acogerlos en Ceuta“, añadió, desde la ciudad fronteriza marroquí de Fnideq, donde se reunían los retornados, pero decían no recibir ninguna ayuda.
El alcalde-presidente de Ceuta, Juan Jesús Vivas, ha acusado a Rabat de no patrullar inicialmente su lado de la frontera de forma adecuada, posiblemente en represalia por la admisión por parte de España de un líder independentista del Sáhara Occidental para recibir tratamiento hospitalario.
El miércoles, el secretario de Estado de Derechos Humanos de Marruecos, El Mustapha Ramid, sugirió que Rabat tenía derecho a relajar los controles fronterizos por la hospitalización del líder del Polisario, Brahim Ghali.
“¿Qué esperaba España de Marruecos, que ve cómo su vecino acoge al jefe de un grupo que se levantó en armas contra el reino?”, escribió en un post de Facebook.
“Marruecos tiene derecho a recostarse y estirar las piernas (…) para que España sepa que subestimar a Marruecos se paga caro”, añadió.
El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, no estableció tal relación, calificando al país norteafricano de amigo de España, mientras que el Ministerio del Interior español elogió la cooperación de Marruecos en las readmisiones de inmigrantes.
La ministra española de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, mantuvo el miércoles por la mañana en una entrevista radiofónica que España siempre ha sido “exquisitamente prudente” con respecto al Sáhara Occidental.
La ministra afirmó que España nunca pretendió dar a la hospitalización de Ghali “un carácter de agresión”.
Rabat convocó a su embajador en Madrid, según una fuente diplomática que declinó ser identificada, y añadió que las relaciones con España necesitan un momento de “consideración”.
La crisis entre los dos países es la más grave desde una disputa territorial por el islote de Perejil en 2002.
Con una población de 80.000 habitantes, Ceuta se encuentra en el extremo norte de Marruecos, frente al territorio británico de Gibraltar. Las imágenes de Reuters TV mostraron a cientos de migrantes adolescentes siendo procesados en un almacén donde el personal de la Cruz Roja les daba comida y bebida.