SAO PAULO. Miles de personas salieron a las calles de Brasil para pedir la destitución del presidente Jair Bolsonaro, pero el acto mostró la falta de unidad de la oposición a pesar de la escalada de amenazas contra las instituciones por parte del líder ultraderechista.
La concentración, celebrada en varias capitales del país, entre ellas Sao Paulo y Río de Janeiro, tenía como principal bandera la apertura de un juicio político con vistas a la destitución de Bolsonaro, pero sirvió de paraguas para las más diversas reivindicaciones.
La marcha buscaba contrarrestar la masiva protesta con tintes antidemocráticos protagonizada el 7 de septiembre por el presidente, pero tuvo una adhesión notablemente menor que la convocada por la ultraderecha, que movilizó a grupos de todo el país hasta Brasilia y Sao Paulo.
En ella, Bolsonaro hizo una demostración de fuerza ante sus seguidores, volvió a atacar a las instituciones y animó a las multitudes a desobedecer las decisiones del Tribunal Supremo, una declaración que la oposición interpretó como una amenaza de “golpe”.
Tras las declaraciones del presidente, que recibieron una dura condena por parte de los poderes Legislativo y Judicial, Bolsonaro se vio obligado a publicar una Carta a la Nación en la que, casi a modo de disculpa, instó a la “concordia” y garantizó que “nunca” pretendió “atacar” ni al Supremo ni al Parlamento, en un intento de relajar la crisis institucional que él mismo insufló.
El apoyo del presidente a las manifestaciones del 7 de septiembre espoleó las protestas de ayer, convocadas por movimientos de centro y derecha bajo el lema “Fuera Bolsonaro”.
Grupos sociales de derecha, como el Movimento Brasil Livre (MBL) y Vem Pra Rua (VPR), que en 2016 impulsaron el impeachment de la izquierdista Dilma Rousseff (Partido de los Trabajadores, PT), abogan ahora por una “tercera vía” para las elecciones presidenciales de 2022 bajo el lema “Ni Bolsonaro ni Lula”.