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Angela Dorthea Merkel (de soltera Kastler) es ante todo una política exterior pragmática. Mientras que sus predecesores inmediatos, su mentor, el democristiano Helmut Kohl (1982-98) y el socialdemócrata Gerhard Schröder (1998-2005), son recordados sobre todo por su política interior, Merkel fue una política exterior. Kohl presidió la unificación alemana y Schröder reformó el Estado del bienestar. El legado de Merkel, ahora que se retira, ha sido internacional. Así que el vacío que va a dejar no sólo se reflejará a nivel nacional, sino a nivel mundial.
Que las cosas simplemente tienen que funcionar, es su esencia en la mayoría de las cosas. Si algún político se aferró a la idea de la elaboración de políticas basadas en la evidencia, es ella. Como científica con un doctorado en física cuántica, es la única en un país donde la mayoría de los políticos son abogados o economistas.
La gente tiende a buscar personas excepcionales. Si no hubiera sido por Merkel, el destino de la economía mundial, del euro y de los más de un millón de refugiados a los que se permitió entrar en Alemania durante el punto álgido de la crisis migratoria habría sido muy diferente. Y, sin embargo, no fue una política exitosa porque fuera singularmente sabia o previsora. Tuvo éxito porque estuvo dispuesta a colaborar y a encontrar un terreno común.
En una época en la que tantos hombres fuertes buscan poderes dictatoriales en todo el mundo, da que pensar que el político democrático más exitoso de las últimas décadas, y quizás incluso de la era moderna, es una mujer que creyó en el consenso. Merkel demuestra que la política debe centrarse en resolver los problemas y no en ganar argumentos.