KABUL. La masacre del aeropuerto de Kabul, en la que murieron 170 personas tras un atentado en las puertas de la terminal durante las evacuaciones, no sólo es el primer atentado desde la caída de Afganistán en manos de los talibanes, sino también para algunos el primer gran fracaso de los islamistas.
Afganistán a los talibanes, sino también para algunos el primer gran fracaso de los islamistas.
A pesar de las alertas de seguridad de los gobiernos extranjeros y de los informes de inteligencia, las escenas en el aeropuerto, con decenas de cuerpos sin vida esparcidos por la periferia, evidenciaron la incapacidad de los fundamentalistas para asegurar el país frente a las amenazas terroristas.
Esta fue precisamente una de las promesas de los talibanes en febrero del año pasado, cuando acordaron con Estados Unidos la retirada de las tropas internacionales: no permitir que el suelo afgano fuera utilizado como base terrorista.
“Los talibanes dijeron que no permitirían que nadie amenazara a ningún otro país, lo prometieron repetidamente, pero hay una diferencia entre no permitir y no poder impedirlo”, subrayó el investigador de asuntos de insurgencia Tameem Bahiss.
Sin embargo, el Pentágono advirtió que la misión de evacuación de Afganistán se enfrenta a “amenazas creíbles” de más ataques, un día después de que un único terrorista suicida y posibles cómplices armados mataran a decenas de personas en el aeropuerto.
El atentado, reivindicado por el Estado de Jorasán, la rama afgana del Estado Islámico (EI), fue cometido por al menos un terrorista suicida camuflado entre la multitud, a pesar de las decenas de puestos de seguridad en la ciudad y de los miles de soldados estadounidenses en el interior de la base aérea.
El atentado estalló en la cara de los estadounidenses y los talibanes.
“La seguridad había sido uno de los mayores logros reivindicados por los talibanes, que a menudo se jactaban de cómo eran capaces de proporcionar seguridad a muchas zonas inseguras”, subraya Bahiss.
Sin embargo, éste es ahora el punto débil del aún no estrenado gobierno de los islamistas, que llevan 13 días en el poder y aún están en conversaciones sobre la composición de su administración y el reparto del poder. Todo el mundo esperaba que el reto de los talibanes fuera cómo gobernar
Afganistán, pero ahora es también si sabrán proporcionar seguridad, señala el analista, que cree que esto “se está volviendo difícil” para los talibanes.
El Estado de Jorasán actúa en las provincias de Nangarhar y Kunar, terreno montañoso muy difícil de controlar, por lo que esto “será un gran reto para los talibanes”, afirma.
En un análisis realizado y publicado por Abdul Sayed, también experto en temas yihadistas, coincide en que la masacre del aeropuerto fue “un gran golpe para el ejército estadounidense, que además socava la pretensión de los talibanes de tener el monopolio de la violencia en Afganistán”.
El experto señala que lo ocurrido forma parte de un plan del Estado de Jorasán para “una nueva fase de guerra contra los talibanes, forjada a la luz del acuerdo entre Estados Unidos y los talibanes”, afirma.