GUANICA. Ante el peligro de que las cosechas se pierdan por falta de mano de obra, algunos agricultores importaron trabajadores mexicanos a Puerto Rico, una isla estadounidense con un desempleo galopante pero donde recibir bonos por la pandemia es más rentable que trabajar en el campo.
En la Finca González, en el municipio de Guánica, al suroeste de esta isla, un grupo de mexicanos trabaja en la empacadora; otro lava plátanos y un tercero ata las matas de tomate a las estacas.
“Esto es muy bueno. Para los que estamos acostumbrados, esto es perfecto”, dice Abigain Sebastián, de 22 años, sin levantar la vista de los tomates que está atando rápidamente. “En México lo máximo que podría ganar son siete dólares al día”.
En Puerto Rico, en cambio, Sebastián recibe 7,25 dólares por hora, que es el salario mínimo federal de Estados Unidos.
“Es una ayuda muy constante”, dice. Para los puertorriqueños, en cambio, 7,25 dólares la hora no es suficiente, incluso con un desempleo del 9,2%.
Sobre todo cuando, como consecuencia de la pandemia, los desempleados de este territorio no incorporado a Estados Unidos reciben -como en el resto del país- un bono semanal de 300 dólares y prestaciones por desempleo.
Este es el caso de Juan Santiago, que vive cerca de la finca de los González, aunque prefiere no decir dónde trabajaba. Perdió su empleo en febrero y, con él, su salario de 290 dólares semanales.
Ahora recibe 540 dólares a la semana: 240 dólares por las prestaciones de desempleo y 300 por el histórico plan de rescate firmado por el presidente Joe Biden el 11 de marzo.
“Me va mejor que cuando trabajaba”, dice Santiago. “Eso no lo ganaría en la granja. Es un sueldo escaso para los empleados de la granja. Lo malo también es el sol”.
Sebastián llegó de México a Puerto Rico la semana pasada, como parte de un primer grupo de 21 trabajadores de Chiapas traídos bajo el programa de visados H-2A para trabajadores agrícolas temporales. Diecisiete de ellos fueron a la Finca González.
Héctor Cordero, presidente de la Asociación de Agricultores de Puerto Rico, dijo a la radio NotiUno 630AM que se necesitan entre 1.000 y 1.500 braceros en la isla y que un grupo de hondureños está en proceso de llegar.
Carlos González, propietario de la finca de 375 acres que lleva su nombre, acusa a sus compatriotas de “perder la cultura del trabajo”, pero reconoce que la ayuda federal no es la única responsable de la fuga de trabajadores.
Los dos últimos huracanes de categoría cuatro, una serie de terremotos y la pandemia agravaron la crisis financiera que sufre la isla desde hace una década, provocando que la población de 3,1 millones de habitantes se redujera un 14,3% respecto a 2010, según el Censo de Estados Unidos.
“Ya no recibíamos mano de obra”, se lamenta González.
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