El mundo sigue de cerca lo que harán los talibanes en Afganistán tras volver al poder después de 20 años de ocupación internacional. Activistas y expertos en la materia advierten del riesgo inminente de regresión en materia de derechos humanos, especialmente para las mujeres.
Mientras gobernaron en la década de 1990, las mujeres apenas podían participar en la vida pública, e incluso después, con las tropas internacionales ocupando el país y bajo la influencia de Occidente, los talibanes siguieron atacando en incidentes aislados a las mujeres que contravenían la interpretación radical de la ley islámica del grupo, como en el caso de Khatera en la provincia de Ghazni.
Khatera salía de trabajar en la comisaría de Ghazni cuando tres hombres se le acercaron en una motocicleta. Le dispararon y la apuñalaron en los ojos. El ataque ocurrió a finales de 2020, tenía 33 años y estaba embarazada de dos meses. Cuando se despertó en el hospital todo estaba oscuro.
“Pregunté a los médicos por qué no podía ver. Me dijeron que todavía tenía los ojos vendados; pero en ese momento supe que me habían quitado los ojos”, comentó Khatera.
Tanto ella como las autoridades locales acusaron a los talibanes de cometer el ataque contra ella tras ser contactados por su padre, que se oponía firmemente a que trabajara fuera de casa.
Aunque los miembros talibanes de la zona han negado la responsabilidad del ataque, está bien documentado que bajo el régimen talibán las mujeres tenían prohibido trabajar fuera de casa.
Su vista no fue lo único que perdió Khatera; sus atacantes le arrebataron el sueño por el que había luchado: hacer carrera. Unos meses antes, había conseguido un puesto como agente de investigación criminal en la policía de Ghazni.
“Ojalá hubiera servido como agente de policía durante al menos un año. Si hubiera pasado después, quizá sería menos doloroso. Sucedió demasiado pronto. Sólo pude trabajar y vivir mi sueño durante tres meses”, declaró a Reuters en noviembre de 2020.
Los activistas de derechos humanos dijeron que el ataque era una señal de la creciente y a menudo violenta reacción contra las mujeres que trabajan, especialmente como figuras públicas. En el caso de Khatera, su trabajo como policía puede haber molestado también a los talibanes.
También comentaron que posiblemente la escalada de violencia esté relacionada con una mezcla entre las normas sociales de Afganistán y unos talibanes que se han visto impulsados por la retirada de las tropas extranjeras del país.
En el momento del atentado, la oficina política de los talibanes en Qatar estaba negociando la retirada de las tropas con Estados Unidos, así como un acuerdo de paz con el gobierno afgano; mientras tanto, en el país se estaba produciendo un aumento de los ataques a mujeres en puestos destacados.
Desde entonces, y más recientemente tras la caída de Kabul en sus manos, los talibanes han declarado que respetarán los derechos de las mujeres y les permitirán participar en la vida pública, así como continuar con su educación y trabajos, bajo las reglas de la Sharia.
Sin embargo, tanto los expertos afganos como la comunidad internacional se muestran incrédulos ante las declaraciones de los insurgentes. Sobre todo porque el grupo se ha opuesto a reformas como la de incluir los apellidos de las madres en los documentos de identidad.
“Aunque la participación de las mujeres afganas siempre ha estado en peligro, el reciente repunte de la violencia en todo el país empeora la situación”, declaró entonces Samira Hamidi, responsable de la campaña de Amnistía Internacional en Afganistán.
De niña, Khatera soñaba con trabajar fuera de casa y, tras intentar durante años sin éxito convencer a su padre, su marido la apoyó. Pero su padre no cedió.
“Muchas veces mi padre me seguía mientras iba al servicio. Empezó a ponerse en contacto con los talibanes de la zona y a pedirles que me impidieran ir a mi trabajo”, dijo.
Según Khatera, su padre llegó a proporcionar a los talibanes una copia de su credencial como prueba de que trabajaba en la policía. También señaló que el día que la atacaron la llamó para saber dónde estaba.
El portavoz de la policía de Ghazni confirmó que sospechaban que los talibanes estaban detrás del ataque y que el padre de Khatera había sido detenido.
Por otro lado, un portavoz talibán dijo que, aunque estaban al tanto del caso, se trataba de un asunto familiar y no tenían nada que ver con él.
Tras el atentado, la familia de Khatera, incluidos sus cinco hijos, se refugió en Kabul, donde se estaba recuperando de sus heridas físicas y llorando el futuro que le habían arrebatado.
Cuando Reuters se puso en contacto con ella, tenía problemas para dormir y cada vez que oía el sonido de una motocicleta saltaba de miedo. Rompió el contacto con su familia, incluida su madre, que la culpaba de la detención de su padre.