¿Cómo se alimentaban nuestros antepasados durante la Edad de Piedra, el periodo de nuestra historia que comenzó hace unos 2,5 millones de años y terminó hace entre 10.000 y 7.000 años, cuando empezamos a trabajar el bronce? La cuestión es cualquier cosa menos trivial, sobre todo porque se han discutido las posibles ventajas (y desventajas) de la llamada dieta paleolítica, es decir, una dieta que imita la del Homo primitivo.
Para averiguar qué debe incluir esta dieta, un grupo de investigadores de la Universidad de Tel Aviv realizó el mayor y más detallado estudio sobre los hábitos alimentarios de los humanos durante la Edad de Piedra, publicado en el American Journal of Physical Anthropology, y descubrió que nuestros predecesores eran superdepredadores, y que durante mucho tiempo se alimentaron casi exclusivamente de carne; los vegetales sólo llegaron con la extinción de la megafauna en todo el mundo.
El estudio, dirigido por el paleoantropólogo Miki Ben-Dor, es un esfuerzo interdisciplinario que cruza datos de más de 400 otros estudios que de una manera u otra han abordado el tema de “¿qué comían los primeros humanos?” El equipo tuvo en cuenta datos genéticos, fisiológicos, morfológicos e incluso metabólicos de nuestros antepasados, y los comparó con nuestros conocimientos arqueológicos y paleontológicos de la época. El resultado son 25 pistas diferentes que, como en una historia de detectives, apuntan todas en la misma dirección: durante unos dos millones de años, los homínidos fueron superdepredadores que se alimentaban casi exclusivamente de carne y obtenían alrededor del 70% de sus necesidades energéticas de la caza.
Un estómago a prueba de bacterias
¿Algunos ejemplos? Nuestro estómago sigue teniendo un grado de acidez mucho mayor que el de otros omnívoros, y es comparable al de los superdepredadores modernos: esto se debe a que durante dos millones de años hemos estado comiendo carne, que es rica en bacterias contra las que la acidez del estómago actúa como barrera.
Otra prueba a favor de nuestro carnivorismo exclusivo está en la forma en que almacenamos la grasa: los omnívoros la almacenan en unas pocas células grasas de gran tamaño, mientras que nosotros, como otros carnívoros, tenemos muchas y más pequeñas. Según los autores del estudio, la situación cambió hace unos 85.000 años, con la rápida desaparición de la megafauna que cazábamos y la necesidad de diversificar nuestra dieta: fue entonces cuando empezamos a cultivar frutas y verduras y a transformar nuestros hábitos alimentarios.
Omnivoros
El cambio está atestiguado, entre otras cosas, por una consideración arqueológica: durante la fase “carnívora”, los seres humanos utilizaban pocas herramientas, similares en todo el mundo, mientras que con la llegada de los primeros cultivos las herramientas se multiplicaron y diversificaron a nivel local porque cada zona tiene su propio cultivo y cada cultivo tiene necesidades específicas.